domingo, junio 29, 2008

A la marchanta

Hace poco me dieron un par de galardones Natita y Belo, les agradezco mucho a ambas. Me corresponde, claro, entregar esos mismos premios a otras personas. Pero como yo quiero a todos mis comentaristas por igual y encima es más divertido, el que quiera el premio va a tener que hacer mérito para ganárselo. Y si no lo quiere ninguno, bueno, los guardaré en mi sala de trofeos (quinta puerta a la derecha).

El premio blog dorado, como no tengo ni puta idea de qué representa, y quien me lo dio tampoco, se lo voy a entregar a quien sepa contestarme estas tres preguntas: ¿Cómo le decían al plantel de mi equipo que salió subcampeón en el año '33?
¿Cómo se llama el estadio del bosque, donde juega de local?

¿Qué pasó en la
reinauguración de la bombonera, el 5 de mayo de 1996?
Tan difíciles no son, de pasada
aprenden cosas nuevas.

El premio al esfuerzo personal se lo va a llevar el comentario más largo. Realmente hay que esforzarse para hacer un comentario largo, no es joda. Vivimos en una época exitista donde todos buscan tener muchos comentarios. ¿Saben qué? A mi me importa un pito. Prefiero que seamos cuatro, pero que sean comentarios decentes. Yo personalmente voy a contar los caracteres (los espacios blancos no son caracteres), no se preocupen.

En fin, cuando me den ganas cierro el posteo y decido quién se queda con los premios. Mucha suerte para todos.

miércoles, junio 25, 2008

El sincerebro te descerebra

Cuando uno es chico (no sé si se acuerdan, pero lo fueron), siempre que hay una fiesta ve a los mayores charlando solemnemente entre ellos de cosas que ni entendemos ni nos interesan. Ellos hablan raro, nos da intriga, pero no tanta como para dejar de jugar. Ahí queda la cuestión.
A medida que crecemos, se nos va dando la posibilidad de meternos a sus charlas, inicialmente a través de preguntas integradoras del tipo "Cómo te está yendo en la escuela?", y luego conversando más abiertamente de distintos temas.
Yo, personalmente, sentí que los adultos me aceptaban para que charlara con ellos de igual a igual una noche que salí con mi vieja, su pareja y mi tío. Fuimos a tomar algo a un bar para mayores, me dejaron tomar lo que quisiera y hablamos como personas maduras, de literatura, arte, sociedad, vida, muerte y amores, entre otras cosas. Fue una experiencia maravillosa, me infló el pecho como pocas otras cosas. Yo era como ellos, éramos iguales desde el punto de vista que charlábamos de los mismo, sin ningún tipo de limitación para conmigo.
Ahora que soy mayor de edad y me considero mayor de cabeza, me he dado a la conversación con todo gusto. Charlo de cualquier cosa con cualquiera, como cualquiera, digamos.
Hace unos días fue el cumpleaños de mi vecina, y decidí ir con la camiseta y una pelota bajo el brazo, porque se hacía en un campo y son gente jóven (20-40), lo que significa que había muchas posibilidades de picadito. Siendo chico, siempre vi de lejos a los hombres hablando mientras hacen el asado, pero esta vez fue diferente. Un ratito después de comer, y un poco antes de que convenciera a todos de jugar y se armara un maravilloso 6 contra 6, me paré al lado de la parrilla con mi vaso de coca-cola y la camiseta de mi equipo brillando al sol. Tal como yo esperaba, no tardaron en surgir los comentarios sobre mi casaca y el estado del club, situación que me dio pie para entrar en la charla. Mi decepción llegó cuando, luego de un rato hablando, seguían dando vueltas en los mismos temas. Fútbol, dinero y sexo. Uno de los tipos, divorciado, contaba todos los viajes que hizo con sus amigos, donde fue a muchos casinos y muchos bulos. Me quedé sorprendido, esos hombres tan solemnes en realidad no son más que unos viejos boludos que hablan boludeces. No, no piensan en cambiar el mundo ni debaten sobre la industria, sus beneficios y su impacto ambiental, ni siquiera discuten la manera de hacer el asado.
Al final, Natita tiene razón. Vamos a tener que hacer algo por mejorar esta masculinidad en degradé muchachos...

jueves, junio 19, 2008

Inventemos el futuro

Esta propaganda se ganó que la considere una obra de arte. Independientemente de lo mentiroso y ecológicamente irresponsable que es Repsol, la publicidad como tal es una maravilla. La voz en off que dice lo que debe decir, la música se complementa perfectamente, las imágenes a las que no les falta ni sobra nada resultan impactantes, aunque sean simples golpes de vista, y el atisbo de consciencia que intenta transmitir es irreprochable. Magnífica.





Inventamos la rueda, descubrimos el fuego, llegamos a la luna, hicimos el pan y la sal. Inventamos los coches, las motos, los ceros y los unos, los abrazos y el abecedario. Inventamos los barcos, el calor en invierno, la imprenta, la ciencia... y la ficción. Inventamos Internet, la radio, el teléfono, las vacunas y la Novena. Hicimos imperios y revoluciones. Inventamos Manhattan, Macondo. Inventamos el fútbol y a Madame Butterfly. Pintamos a la maja vestida y desnuda. Hicimos catedrales, pirámides, aviones. Inventamos el rock, la penicilina, los telegramas, Dulcinea, el póker y el mus, los jardines de Babilonia y hasta Peter Pan. Si hemos sido capaces de todo eso. ¿Cómo no vamos a ser capaces de proteger lo que más nos importa?

Rosario siempre estuvo cerca

Déjenme decirles, a riesgo de parecer ridículo, que el revolucionario verdadero está guiado por grandes sentimientos de amor. Es imposible pensar en un revolucionario auténtico sin esta cualidad. (...) Hay que tener una gran dosis de humanidad, una gran dosis de sentido de la justicia y de la verdad, para no caer en extremos dogmáticos, en escolasticismos fríos, en aislamiento de las masas. Todos los días hay que luchar por que ese amor a la humanidad viviente se transforme en hechos concretos, en actos que sirvan de ejemplo, de movilización.

El sábado pasado frente a mis ojos se descubrió el monumento al Che Guevara, hecho con llaves de muchas personas, representando la unión, y orientado al norte, cruzando miradas con su equivalente en Cuba. Fue una fiesta popular. Vencimos el frío con aplausos, con recuerdos, con cariño. El amor de su hija Aleida nos llenó el alma y la música cubana nos despertó las enturmecidas articulaciones. Subió Biglieti al escenario, Jorge Falcone gritó "una que sepamos todos!" y comenzó a sonar "Hasta siempre comandante". Cantamos, aullamos, vitoreamos y nos emocionamos hasta las lágrimas. Y pensar que hay gente que insiste con que el che está muerto... Los hombres no son solo carne y hueso. Son ideas, sentimientos, acciones, historias, y muchas cosas más. Por eso decimos que el Che cumplió 80 años de vida, pues sus ideales permanecen hoy vigentes, y dan fuerzas a miles de jóvenes que siguen sus pasos.
El Che fue y es, sin lugar a dudas, el hombre nuevo.

martes, junio 10, 2008

Seguiremos adelante

Nada importa morir al cabo,
pues morir no es tan gran suceso;
¡malo es ser libre y estar preso,
malo, estar libre y ser esclavo!

Hay quien muere sobre su lecho,
doce meses agonizando,
y otros hay que mueren cantando
con diez balazos sobre el pecho.

Nicolás Guillén

Así lo leí en una pared del Colegio Arturo Umberto Illia, en Mar del Plata.
En ese instante me recordó al Coronel Aureliano Buendía.
Hoy, ya casi un año después, me lo vuelvo a encontrar en mi viejo cuaderno, perdido entre papeles, manifiestos, poemas, relatos, novelas, cuentos y frases.
El sábado se hace un merecido homenaje al Comandante en quién se inspiró García Márquez para dar mítica al Coronel.
Veremos si el viaje no se interpone con la familia.

jueves, junio 05, 2008

El milagro de dar vida

Corría el año mil novecientos treinta y dos, febrero estaba en pañales y los jacarandás lucían orgullosos sus violáceos pétalos sobre el diagonal. En una casita humilde, atrás de un almacén, entre algodones y agua tibia, un pequeño individuo sentía la hostil humedad del mundo por primera vez, y hacía lo posible por demostrar lo poco que le gustaba esta nueva sensación. Su emocionado padre pensaba en ponerle Raúl, como su abuelo, y proyectaba en él un inmenso futuro. No sabía que lo tendría que abandonar dieciséis años después, al detenerse su corazón.
El pequeño Raúl creció en el barrio del regimiento 7, siempre agitado por las eternas disputas entre radicales y peronistas, zurdos y derechos, azules y rojos. Aprendió el arte de ser feliz y vivió la gran vida que su padre había pensado para él. Seis veces cambió pañales con su compañera, una vez posaron flores sobre el frío mármol. De ese y mil otros modos el mundo le pegó cachetazos, pero inmediatamente siempre puso la otra mejilla.
Hoy, más de setenta y seis años después de aquel caluroso febrero, una manito diminuta se cerró sobre el índice de Raúl. Abuelo y nieta estuvieron unidos por un breve período de tiempo. Ese ratito da sentido a cada paso dado, a cada camino recorrido, a cada pared levantada.
Apenas unas horas después llegaría el más chico de sus hijos, con la noticia de que, finalmente, la mujer está esperando mellizos. Sacó la cuenta pidiendo dedos prestados: cinco hijos con sus parejas, nueve nietos de sangre y cinco más de corazón. Veinticuatro personas, más él y su mujer. La mayoría van a ir a mostrarle su cariño el día del padre.
"Vieja, vamos a hacer de lentejas para el que no le guste el mondongo. ¿Y qué tal si le ponés una patita de cordero además del chorizo colorado?"

Quiero ser como vos, abuelo.

Y después del punto se me escapó una lágrima, no lo pude evitar.